sábado, 25 de febrero de 2012

Expedición a la nieve 1.0



Si escaparse a la playa con dos prescolares es una aventura, viajar a la nieve es una expedición. Cuando por fin conseguimos introducir todos los enseres, accesorios y niños en el coche pensé: “¿serán todos los niños tan agotadores como los míos?” Supongo que casi todas creemos que nuestros hijos son los más movidos. ¿Cómo sobreviven a esto otros papis?


Lo primero al llegar a pistas es intentar apuntar a los peques a un curso para poder descansar mientras te tiras por una negra. Como con semejante batallón, es imposible llegar a tiempo y no es porque no seamos aficionados a madrugar… David, fue programado en Suiza y a las 6:45 sí o sí, está siempre arriba. Total que ya no quedan plazas y te conviertes en un profesor al borde del ataque de nervios. Presentación del material, colocación y adelante.


Tras una mañana agotadora en la que hasta las piñas se confabulan para desearle un feliz cumple a tu peque, los llevas agotados (o eso crees) a la guardería con la indicación a la monitora: “Están destrozados, ¿podría dejarles dormir para llevarles luego al curso?”


Tras el merecido descanso (de los papis), al recoger a los peques en la guarde preguntas a la monitora por la siesta, a lo que responde con perfecto acento argentino: “Vos sabés. No durmieron siesta. El pequeñín es hiperactivo. Desmontó la guardería en treinta minutos.” Entonces como buena madre te cuestionas la conveniencia de llevarles al curso tras esa agotadora jornada, pero la cuidadora continua: “Lleváles, lleváles, esos niños tienen pilas para quemar tres monitores juntos.” Así que Dani consigue entrar en un grupo colectivo y a David le ponemos un monitor amigo de los pingüinos.


Dani avanza veloz en su aprendizaje y David se dedica a chantajear al profe para que le de caramelos si quiere que haga la cuña. Cuando se acaban los caramelos consigue convencerle para que le saque de la aburrida pista baby y le lleve por las altas. Mientras, yo incauta, al no verle en la pista le hacía felizmente durmiendo en la guarde cuando en realidad se ha convertido en un camicace enano en las pistas difíciles. Al acabar el curso hay que recoger el material.


Después aún hay tiempo para el arte, Dani pintando su autorretrato en la nieve y David haciendo coloridas esculturas.


Nos queda energía para guerra en la nieve o de bolas en la sala de juegos del hotel.


Por supuesto no paramos de saltar: en la nieve, en la cama elástica, en las camas de la habitación…


Cuando parece, y sólo parece, que ya no quedan más fuerzas, nos retiramos al Spa a descansar.  A lo que David alega: “al Spa a durmir no eh” y comienza otra batalla, esta vez de agua…


Al final, muy muy al final, acabaron durmiéndose. Siempre lo hacen aunque no lo parezca pero para estar en pie a las 6:45 hay que cargar las pilas rápido y esta es la posición de recuperación óptima.
Han sido unas jornadas fantásticas. Estamos planeando otra escapada un poco más larga. “Abus, por fa ¿podríais quedaros con David? No serán muchos días, os prometemos volver”.

Creo que de los cuatro a los siete años es la etapa perfecta para iniciarse en el esquí, es increíble la progresión a esa edad.

2 comentarios:

  1. Jajajajajaja.
    Justo la semana pasada aprovechando que los nenes tenían la semana blanca nos fuimos con ellos a esquiar por primera vez un par de días(yo no había vuelto desde el embarazo del primero).
    El mayor se lo pasó genial y enseguida le cogió el puntillo pero el peque... ains, el peque. En fin, repetiremos porque se lo pasaron genial pero como dices, ir a esquiar con ellos es poco menos que una aventura y toda una "mudanza".
    Besote

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  2. Y ¿Qué me cuentas de las agujetas Helena? El sábado tuvimos una fiesta de disfraces y con mis andares elegantes lo que mejor me pegaba era el traje de pingüino je je. Besitos.

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