sábado, 12 de enero de 2013

Ikea chiquipark social.


Tras nuestra entrada argumentando que Ikea no es un comedor social sino un comedor para papás de sangre azul... os dejo éste, nuestro artículo de ficción inspirado en el anterior.

HOY PASAMOS los cuatro la tarde EN IKEA POR 0,7 EUROS por María Corcuera.

Una hora de Chiquipark vigilado gratis, cafés rellenables  a 0,7  euros… Gente en las últimas  se agarran a las ofertas de Ikea para poder entretener a sus hijos. Un cliente: «Quien no se lo pasa bien es porque no quiere»
Una mujer se plantó ante el mostrador de Dionisia, en la zona de juegos Smaland del Ikea de Jerez, un viernes al caer la anodina tarde. En una mano llevaba su smartphone; en la otra, un rebaño  de niños ansiosos de juegos. Rellenó los papeles.
-Chica, ¡abra, que queremos jugar!-, aullaban  los chavales.
-Hágales caso y déjelos una hora más, ellos quieren jugar... y a mí me va a reventar la cabeza-, increpó la mujer.
Dionisia se conmovió ante la escena. Así que, disimuladamente, apuntó una hora más tarde a cada niño. «Eso sí, la madre se quedó sin jugar», recuerda.
La sala de juegos  de Dioni, como la de las 18 tiendas de Ikea en España, lleva meses a reventar. Y no sólo de clientes que dejan a sus pequeños  mientras amueblan la casa. También hay personas en apuros que combaten el aburrimiento de sus pequeños con los servicios de la empresa sueca. «Desde que empezó la crisis, esto es el no parar», resopla la cuidadora.




En Ikea se puede jugar una hora gratis en una sala llena de juegos.  Más barato que jugar en casa.
De ahí que hayan surgido auténticos expertos en exprimir estas ofertas. Como Mr Di, de 40 años,  su mujer Sabina de 39 y su hija Mariona, de 5, que visitan dos veces a la semana el Ikea de Badalona (Barcelona), a los que hoy se ha unido Laia, una compañera de clase. Echan la tarde en el bistro sin rascarse el bolsillo mientras trabajan con el ipad. 
El trío explota todas las rendijas del sistema. Llevan los niños una hora y media antes del cambio de turno y los vuelven a meter con nombres inventados. El café les sale gratis porque tienen la tarjeta Ikea y encima es rellenable.  «La niña se divierte y nosotros podemos hacer nuestras cosas... Aquí quien no disfruta  es porque no quiere, estamos planteándonos hasta celebrar la comunión en Ikea».

Así, algunos han convertido Ikea en una especie de chiquipark social. En el Ikea de Baracaldo, tres matrimonios con hijos llevan a sus hijos cada día.  Mientras ellos juegan a las cartas, al tute o a la brisca. Los días especiales, hasta se llevan el trivial.

«Ni McDonald´s puede competir con esto», coinciden Santiago y Valentina, dos inmigrantes colombianos que esperan en la cola del Ikea de Alcorcón. «Es bueno. Es gratis. Tienen cacaolat. Y el lugar es cómodo.  Además nadie te quita la bandeja como en el McDonald´s invitándote a marchar».


Cuando fundó Ikea, un conocido de Ingvar Kamprad solía decir: «Un padre con un hijo tostón no compra muebles». Ahora, la crisis ha falseado esta sentencia. Cada vez más clientes utilizan el atajo semioculto que permite saltarse el laberinto de muebles y plantarse directamente en la cafetería tras haber colocado a los hijos en la sala de juegos. «Muchos sólo vienen a que jueguen sus hijos», confirman los sindicatos.




En Ikea no facilitan estadísticas sobre este fenómeno. En cambio, sí que confirmarían que han modificado su política de admisión de niños. «Este año hemos aumentado el rango de altura para el acceso a los niños», dice J.K., asesor de un director.
Seis millones de niños, 16 millones de niñas... Las cifras son colosales.

En Valladolid, nada hace intuir esta tendencia. La clientela parece la de siempre: jóvenes que montan su primer hogar, familias cargadas de muebles... Pero, entre el gentío, se detecta a los que sólo han venido a jugar. El jubilado que trae al nieto para no coger una pulmonía en el parque. El cuarentón que tras dejar a la niña, recicla un vaso de la basura para tomar un refresco gratis y sólo compra unas pilas baratas. Los clientes que remolonean hasta las 17:00, cuando cambia el turno de la sala de juegos.
Entre los adictos del smaland está la familia Acebedo-Ayala. Allí  juegan seis: los hijos (Sonsóles y Jacobo ),  los primos (Borja y Beltrán) y los compis de clase (Cayetana y Gonzalo).
-¿Por qué vienen a Ikea?
-Mi mujer nunca ha trabajado. En mi empresa estamos haciendo un ERE... Hay que ahorrar-, cuenta Jacobo Felipe.


El fenómeno es cada vez más habitual en España. Aunque, de momento, ha pasado desapercibido. Aquí no se han producido las protestas de Bélgica, donde la patronal de actividades lúdicas invitó a 200 niños, que llevaban tres días sin jugar, a Ikea para denunciar su «competencia desleal». «Tras ver las salas de juegos gratis, la gente tratará los chiquiparks normales como ladrones», dijo su presidente.

Gracias a la sala de juegos, Ikea consigue que sus clientes puedan ir a su local, sin que los niños peguen mocos por los muebles. Tras la paliza de recorrer la tienda, lo último que ve el cliente es un niño sudoroso agotado dispuesto a quedarse dormido en el coche sin dar la plasta a los papis.

Pese a la gratuidad del servicio, las salas de juegos de Ikea ganan dinero. O, al menos, no lo pierden. «Teniendo en cuenta que desde que se crearon se han roto 1 millón menos de espejos y rallado 7 millones menos de muebles, no es difícil entender que los grandes volúmenes de ahorro permitan generar lo suficiente para pagar los costes de estructura», explican en Ikea. Pero esta jerga de MBA no está en la mente de las personas en apuros que visitan sus instalaciones. En el Ikea de Málaga, por ejemplo, una mujer embarazada demacrada con trillizos de 3 años se tomaba todos los días tres zumos mientras los pequeños se divertían en la sala vigilada.
-Señora, que esto afloja mucho-, le decía la responsable del tenderete.
-Ya, hija, pero necesito muchas vitaminas.
Hace semanas que la cliente no aparece a su cita diaria. «Estoy preocupada, ¿habrá tenido ya al cuarto?», admite la camarera. 




De vuelta a Jerez, Dioni recuerda a la pareja que pidió si podían dejar a los niños en la tele de afuera y que les echaran un ojo porque la sala tenía una larga lista de espera. O el matrimonio de ancianos que, avergonzados, le suplicaron dos horas más gratis, porque no podían correr tras los pequeños. «Acabé mi turno y estuve dos horas jugando con ellos fuera...», recuerda. «A veces, este trabajo te parte el alma».

Quiero dedicar esta entrada a los papás compañeros de juegos de mis peques, por las risas y los momentos mágicos.

4 comentarios:

  1. Yo lo flipo!!!
    Si ya lo dicen los de visión positiba ... que en los tiempos de crisis se agudiza la creatividad ante la busqueda de soluciones.
    En la vida creo habria pensado en pasar un rato asi con mis peques!, quizas porque nos entretenemos con mas cosas y que el mas cercano lo tenemos a unos 100 km!.
    Pero oyes ... que me parecen genial que aprovechen este medio!!! jajaja

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  2. María, no me había leído la anterior entrada de Ikea... la del "comedor social". Me parece una pasada. Y este post.... en fin, creo que la gente tiene pocos recursos para entretener a sus hijos, y no hablo precisamente de recursos económicos.
    UN besazo

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